Dice la música…“Rosario es el parque Independencia”… años de escuchar estas canciones, de admirar la historia, las huellas educativas y el arte de Rosario.
Varias veces pasé por Rosario, pero esta vez era diferente, no era pasar, era meterme en las entrañas de Rosario y también en las entrañas de nosotros, del grupo del ISTLyR.
Unas 73 personas que partimos con diferentes metas (eso dijeron en la previa: “tenemos ganas de conocer y conocernos, ganas de saber de los orígenes de un proyecto del que solo tenemos títulos, ganas de comunicarse, de recibir y de dar una mano…, etc.”). Rosario empezaba a ser, para mí, algo más que esas resonancias históricas que tenía. Empezaba a vivir otras fotos, la historia de la escuelita de Olga Cossettini y los orígenes del movimiento de educación por el arte del que participé. El Consejo de Niños, que inspiraba participación democrática a los niños, me inspiraba también la escucha y participación practicada con mi niña recostada sobre mis piernas en esa charla; el paseo por el jardín de los niños, el viaje por la estación de Da Vinci, sus locuras en cuerdas y sus cuerdas locuras; la risa compartida en el barco de sogas.
Después el juego en los salones de la Escuela de la Bauhaus, los trompos, los rompecabezas y ta-te-tíes que podíamos recuperar, jugamos juntos, paseamos juntos siendo “jugadores” y el impresionante remate de ese paseo…algunos de ustedes me van a entender cuando diga “ateloiv”, fue nuestro saludo, el juego rompe el orden de lo cotidiano y abre un paréntesis, ¡vaya si lo vivimos en ese taller de sonidos! coordinados por Álvaro (un maestro!!) nos acompañamos y nos llevamos de la mano para poder poner el cuerpo, matarnos de risa, escuchar nuestros nombres al derecho y al revés, cargarnos de identidad. Salí conmovido, salí feliz con ese carnavalito bailado, jugado, cantado, vivido con esa intimidad tan socializada, de la rueda al abrazo, de la hilera al suelo, del salto al silencio, del silencio al canto, todo en un ratito. Por un momento me olvidé que era papá, regente, profesor, coordinador, compañero, me olvidé de todo ¡¡menos de vivir!!
Ahora, para mí, Rosario es mucho más que el Parque Independencia…Es verdad que hubo situaciones algo menos bonitas, tensiones, desencuentros, diferentes puntos de vista, situaciones para aprender, para analizar acerca de los encuadres, de los grupos, de la organización de este viaje que es una situación nueva, algo, creo, muy importante para el ISTLyR. Pero que, a juzgar por lo que viví, vale la pena el riesgo, creo que los técnicos en Recreación y en Educación Social tienen que recibirse habiendo conocido la experiencia de Educación Pública No Formal que hoy nos muestra el tríptico de Rosario.
Quise acercarme con palabras e imágenes para sacarlas de adentro, para agradecerles haberme acompañado y quedarse en mí con sus gestos, con sus miradas, con sus palabras, con sus mates y guitarreadas, caminando juntos con la posibilidad de ampliar mis horizontes, tanto externos, como internos. ¡¡Gracias!!
Varias veces pasé por Rosario, pero esta vez era diferente, no era pasar, era meterme en las entrañas de Rosario y también en las entrañas de nosotros, del grupo del ISTLyR.
Unas 73 personas que partimos con diferentes metas (eso dijeron en la previa: “tenemos ganas de conocer y conocernos, ganas de saber de los orígenes de un proyecto del que solo tenemos títulos, ganas de comunicarse, de recibir y de dar una mano…, etc.”). Rosario empezaba a ser, para mí, algo más que esas resonancias históricas que tenía. Empezaba a vivir otras fotos, la historia de la escuelita de Olga Cossettini y los orígenes del movimiento de educación por el arte del que participé. El Consejo de Niños, que inspiraba participación democrática a los niños, me inspiraba también la escucha y participación practicada con mi niña recostada sobre mis piernas en esa charla; el paseo por el jardín de los niños, el viaje por la estación de Da Vinci, sus locuras en cuerdas y sus cuerdas locuras; la risa compartida en el barco de sogas.
Después el juego en los salones de la Escuela de la Bauhaus, los trompos, los rompecabezas y ta-te-tíes que podíamos recuperar, jugamos juntos, paseamos juntos siendo “jugadores” y el impresionante remate de ese paseo…algunos de ustedes me van a entender cuando diga “ateloiv”, fue nuestro saludo, el juego rompe el orden de lo cotidiano y abre un paréntesis, ¡vaya si lo vivimos en ese taller de sonidos! coordinados por Álvaro (un maestro!!) nos acompañamos y nos llevamos de la mano para poder poner el cuerpo, matarnos de risa, escuchar nuestros nombres al derecho y al revés, cargarnos de identidad. Salí conmovido, salí feliz con ese carnavalito bailado, jugado, cantado, vivido con esa intimidad tan socializada, de la rueda al abrazo, de la hilera al suelo, del salto al silencio, del silencio al canto, todo en un ratito. Por un momento me olvidé que era papá, regente, profesor, coordinador, compañero, me olvidé de todo ¡¡menos de vivir!!
Ahora, para mí, Rosario es mucho más que el Parque Independencia…Es verdad que hubo situaciones algo menos bonitas, tensiones, desencuentros, diferentes puntos de vista, situaciones para aprender, para analizar acerca de los encuadres, de los grupos, de la organización de este viaje que es una situación nueva, algo, creo, muy importante para el ISTLyR. Pero que, a juzgar por lo que viví, vale la pena el riesgo, creo que los técnicos en Recreación y en Educación Social tienen que recibirse habiendo conocido la experiencia de Educación Pública No Formal que hoy nos muestra el tríptico de Rosario.
Quise acercarme con palabras e imágenes para sacarlas de adentro, para agradecerles haberme acompañado y quedarse en mí con sus gestos, con sus miradas, con sus palabras, con sus mates y guitarreadas, caminando juntos con la posibilidad de ampliar mis horizontes, tanto externos, como internos. ¡¡Gracias!!
Gabriel Garzón.
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